Como recordareis si habéis leído el articulo sobre el primer día de viaje, nos habíamos quedado durmiendo en Rocamadour.
Habíamos dormido a pies del pueblo en un sitio bastante tranquilo, eso sí, no habíamos podido conectar ni la corriente ni recargar el agua, por lo que tuvimos que economizar nuestros gastos de estos preciados bienes.
Nos levantamos a las 8:00 de la mañana, nos preparamos un buen desayuno a base de café, zumo y algunas magdalenas y nos dimos una vuelta por el pueblo para poder verlo a plena luz del día.
Hecho esto enseguida emprendimos nuestro viaje a nuestro próximo destino, Sarlat La Canéda, a unos escasos 50 kilómetros de donde nos encontrábamos.
Para ello subimos por la carretera que había enfrente de Rocamadour y desde la que había unas vistas extraordinarias del pueblo, por lo que logicamente paramos para fotografiar la estampa.
Eran las 10:45 aproximadamente cuando llegábamos a nuestro destino, Sarlat La Canéda, una pequeña población de Aquitania de unos 10.000 habitantes famosa por sus prestigiosos patés y Foie Gras. Podéis acceder a su página oficial pinchando aquí.
Una vez en el pueblo aparcamos la caravana en un parking céntrico en el que solamente se podían aparcar las caravanas durante el día, prohibido entre las 12:00 de la noche y las 8:00 de la mañana, pero que era gratuito y que nos pillaba muy cerca del casco antiguo de la ciudad.
Así que nos abrigamos bien y nos dimos una vuelta por las bonitas callejuelas de la ciudad, eso si, soportando un frio considerable, y eso que como sabéis los que me conocéis yo no soy para nada friolero.
Aprovechamos además para entrar en este curioso mercado de la ciudad, situado en lo que parece ser una antigua iglesia, en el que probamos una serie de patés que amablemente nos ofrecieron en uno de los puestos.
En realidad fuimos nosotros los que le pedimos al hombre del puesto de Patés y Foie Gras si nos daría a aprobar alguno, así que después de deleitarnos con los tres o cuatro diferentes que nos dió nos vimos un poco obligados a comprar algo, eso sí, eligiendo bien, ya que aunque la calidad era muy buena hay que reconocer que los precios eran bastante elevados, logicamente la calidad se paga.
Así que a las 12:00, una vez visitada la ciudad y con un pequeño almuerzo realizado gracias a la degustación de patés, emprendíamos nuestro viaje hacia nuestro siguiente destino, La Roque Gageac, a tan solo 10 kilómetros.
La Roque Gageac es una pequeña población de unos 450 habitantes que se encuentra a orillas del rio Dordoña. Este poblado situado a los pies de un acantilado, ha estado ocupado por seres humanos desde la prehistoria. De la época galo-romana, quedan los vestigios de una antigua vía y el emplazamiento de una villa, así como un pozo romano en un estado impecable.
Durante la época turística, en verano, es posible disfrutar de pequeños paseos en barcazas por el rió así como visitar las grutas escabdas en las paredes del acantilado. Desgraciadamente en estas fechas se encuentra todo cerrado, por lo que tuvimos que conformarnos con dar una vuelta por las calles del pueblo.
Eso si, ya que era un sitio agradable y tranquilo decidimos aprovechar para comer aquí, aparcados junto a los embarcaderos del rio. Y a eso de las 14:00 nos poníamos de nuevo en marcha, esta vez hacía un destino más alejado, La Rochelle, a unos 340 kilómetros de distancia.
Después de pasar por ciudades conocidas como Burdeos, en la que simplemente hicimos parada para repostar en una gasolinera, llegábamos a La Rochelle a eso de las 18:45. La oscuridad de la noche se nos había echado encima, con lo cual ya no podíamos visitar mucha cosa, con lo cual decidimos ir directamente a la Isla de Ré.
La isla tiene 30 km de largo y 5 km de ancho de superficie plana y está conectada con el continente por un puente de 2,9 km de largo terminado en 1988.
Cruzar el puente nos costó 9 euros, pero logicamente había que pagarlos, ya que es la única manera de pasar a la isla, y una vez en ella nos dimos una vuelta buscando algún camping en el que aparcar, peronos volvimos a encontrar con el mismo problema, los meses de noviembre, diciembre y enero la mayoría están cerrados, así que tuvimos que ir al único que encontramos abierto.
El camping donde aparcamos esta situado justo a la entrada de la isla una vez cruzado el puente. No tenía para conectar la corriente pero por lo menos pudimos rellenar los depósitos de agua y vaciar los depósitos de aguas residuales, que prácticamente estaban ya al completo.
Nos preparamos algo para cenar y estuvimos conversando un rato hasta que decidimos irnos a dormir y descansar, ya visitaríamos la isla al dia siguiente.
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