Y llegamos al domingo, tercer y último día de mi estancia en la isla de Menorca. Ese día me levanté relativamente pronto, y a pesar de estar lejos de mi casa y en un sitio con mucho que conocer, no pude resistirme a otro de mis vicios, las motos, y me quedé parte de la mañana tirado en el sofá viendo las carreras por la tele mientras Montse aprovechaba para realizar ciertos trabajos de bricolaje.
La verdad es que dicho así suena un poco mal, yo viendo la tele y ella currando, ¡Espero que no le sentase mal!.
A la hora de comer nos acercamos a la zona de Binibéquer, en el sur de la isla, a comer en un chiringuito a orillas de una cala en el que Montse había reservado sitio y en el que se estaba de lujo.
Y menos mal que habíamos reservado sitio, porque mientras estábamos allí no hacia más que llegar gente que se quedaba sin poder comer por falta de sitio.
No sabría decir exactamente donde estaba el sitio, creo que se llama Cap d'en Font, lo que si recuerdo es que estaba junto a una urbanización llamada Sant Luis.
Luego por la tarde, después de comer y hacer un poco de sobremesa con el cafecito y el postre disfrutando de las extraordinarias vistas y la tranquilidad del lugar como veis en la foto, nos acercamos a la zona Norte de la isla, a conocer el faro que hay en Cap de Cavalleria.
Allí dimos un paseo alrededor del faro, contemplamos el paisaje, que ciertamente es muy bonito, paseamos entre las muchas cabrás que hay en la zona y me acerqué a la zona donde la gente tiene una curiosa costumbre que voy a intentar explicar.
No tengo muy claro para que lo que hacen, no sé muy bien si hacen el montículo haciendo una promesa que luego tienen que cumplir, o piden un deseo y hacen el montículo de piedras para que se cumpla.
Lo que si os puedo decir es que yo hice el montículo que veis en la foto y pedí un deseo que no puedo revelaros, ya que de hacerlo, según la tradición, no se cumpliría.
De todas formas lo reconozco, no hice la montañita entera, solo termine una ya empezada.
Por si alguno se acerca a la zona os comentaré que en la parte izquierda del faro encontrareis una oscura cueva de unos 100 metros de profundidad. Desde fuera se ve muy oscura, y si a uno no le cuentan que al final hay una salida y que se puede entrar sin peligro, pues seguramente no entraria.
La cueva esta en curva por lo que no entra demasiada luz, y según uno va avanzando va bajando el techo, así que cuidado con las cabezas. Yo como tengo la suerte de ser pequeño no tuve mucho problema con la altura del techo la verdad, pero vamos, que tampoco os penséis que hay que ir a arrastras ni mucho menos.
Pero os recomiendo llegar al final, ya que como veis en la foto las vistas merecen la pena. Os aviso de todas formas que cuidado con el precipicio del final, antes había una valla para evitar que nadie se cayese al vació, pero parece ser que un día se rompió y nunca la han vuelto a poner. Algo que me parece realmente peligroso, pero bueno, ellos verán lo que hacen.
Para terminar nuestra excursión de la tarde nos acercamos a la zona de Fornells, muy cerquita de allí, donde pudimos disfrutar de otras bonitas vistas y paisajes.
De camino de vuelta a Sant Climent pensábamos haber subido, o por lo menos hasta donde la carretera nos permitiese, a Toro, el punto más alto de la isla, pero me perdí por caminos secundarios, cosas que pasan, así que al final no subimos.
Del lunes no os contaré nada, ya que me limite a dejar el coche en el aeropuerto y coger varios aviones hasta llegar de vuelta a mi casa a Donostia, esta vez sin contratiempos en los aeropuertos, por lo que daría aquí por concluida la serie de artículos basados en mi viaje a Menorca.
Sin ninguna duda tengo que decir que el viaje mereció la pena por varias razones: fin de semana diferente con el que desconectar un poco de la rutina y el extres diario, conocer sitios nuevos e interesantes, y sobre todo y más importante disfrutar de la compañía de Montse, una chica de lo más agradable y simpática que sin a penas conocerme me ha acogido en su casa con total amabilidad y hospitalidad.
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